Ayer tuve una conversación agradable, profunda y pragmática con un investigador que desde hoy asume un rol administrativo universitario. Y me propuse hacer un post con reflexiones que debo asumir y con los que puedo sumar para que la universidad se restaure.
De alguna manera este post, es aprender de un periodo administrativo que termina -después de casi diez años de iniciado- y un sueño que empezó hace algunos años y que arranca formalmente hoy.
La sociedad, en su mayoría, concebimos a las universidades como comunidades de maestros y discípulos -, que viven para ir descubriendo, comunicando y formándose en la verdad. Descubrir y comunicar la verdad es la vida propia de la inteligencia. En la universidad esto es descubrir y comunicar la verdad, y hacerlo en comunidad, en un sentido más amplio que el trabajo en equipo.
Hoy, que es el fin de un periodo, me pregunto ¿Qué es lo más importante de una universidad?, No son los edificios, tampoco los laboratorios, los muebles, la tecnología, ni siquiera los libros, ni los fondos, ni los proyectos financiados, mucho menos los «amagues». Una universidad es buena, por las «piedras vivas» que la constituyen: sus profesores, y los estudiantes, el resto de actores son el soporte necesario. Los profesores que forman la institución son una buena medida de la calidad de la institución.
Los profesores son los que impulsan, en ejercicio de su vocación, el trabajo intelectual, ellos son los que atraen a los mejores estudiantes, los que velan porque el conocimiento básico se desarrolle, de que la técnica se use de la mejor forma y son responsables de servir a la sociedad.
Por tanto, una de las claves de las universidades debe consistir, en que los directivos conserven, capitalicen y atraigan a los mejores profesores. Me propongo no olvidar que el desempeño de quienes esten en el rol de gerencia universitaria, debe ser medido por la calidad de profesores que esten bajo su responsabilidad administrativa, profesores autónomos, que actúen con independencia, autoridad, dignidad, amor por su campo, que conocen su ignorancia y que trabajan por disminuirla, que se mantienen activos y evaluados globalmente.
De alguna forma, independiente del concreto, los «fierros», en las universidades, la clave es la comunidad de profesores que investidos de cualidades para hacer la obra universitaria, ponen su vida. Reconocer la universidad como comunidad es entender que los profesores, investigadores y estudiantes están unidos por la investigación, la enseñanza y el aprendizaje. En la universidad se descubren verdades, se comunican y se forma de la manera más alta posible.
Termino este post teniendo en mente una pasión enorme ante los retos, aunque también dudas que se irán limpiando con el ejercicio diario.